jueves, 22 de agosto de 2013

CICLOS



Desde que nací, me ha impresionado la vertiginosa celeridad con la que se han ido abriendo y cerrado cada uno de los ciclos de mi vida; apenas sin darme cuenta. Adquirido el dominio de uno, me precipitaba sin remedio hacia ...
el principio de otro. Y cuando por fin dominaba éste, alcanzaba nuevamente el inicio de uno nuevo.
 
No es que me dé miedo entrar en un nuevo período y verme obligado a  explorarlo, lo que me inquieta es que esta vorágine de ciclos algún día cese. Porque si esto sucediese algún día, ¿qué pasaría entonces conmigo? ¿Qué ocurriría con mi vida?

 
Primer ciclo. Con tan solo unas pocas horas de vida, ya me sorprendía la avidez con la que me alimentaba de las mamas de mi madre. Jugaba, dormía y comía a diario. No quería -ni sabía- hacer otra cosa. Era mi vida. ¡Y era feliz!
 
 
Segundo ciclo. Con semanas, aprendí a masticar y digerir pienso. Este nuevo ciclo fue más neurálgico. Era más autónomo y jugar con mis hermanos me fascinaba. Corríamos, nos mordíamos y bromeábamos sin parar. Fue una época que siempre recordaré con cariño.


Tercer ciclo. Poco más tarde, llegó mi primer “gran ciclo de cambio”. Estos ciclos son determinantes y no una continuidad de otros, como suele suceder; por eso los llamo así: grandes ciclos de cambio.
 
En este primer gran ciclo de cambio mi destino acabó en manos de un humano que hasta entonces desconocía. Esto me desconcertó, pues no sabía qué esperar de él… ni qué esperaría él de mí. Este nuevo ciclo definitivamente cambiaría mi vida. Ellos lo llaman "impregnación".

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