Curiosamente,
arropado por los brazos de ese ser desconocido, me sentí por un momento resguardado
y seguro. Lo que no sabía es que, cuando saliera de ...
ese vehículo mecanizado, todo habría cambiado para mí.
ese vehículo mecanizado, todo habría cambiado para mí.
Durante
el trayecto pensé en los divertidos que eran mis hermanas y hermanos. Les
gustaba jugar y morder tanto como a mí, así que me lo había pasado en grande
con ellos. Además, tuve la suerte de tener una mamá que me cuidaba y mimaba como
a un polluelo. Ni imaginaba que me iba a separar de ellos.
Tras
un torrencial de extraños ruidos y olores que me abrumaron durante el trayecto,
en mitad de un lugar de Dios sabe dónde y de Dios sabe quién, ese humano me
dejó en el suelo, una superficie fría y resbaladiza nada conocida por mí. Mis
patitas temblaron al tacto, yo temblé al tacto. ¿Dónde estaba? ¿Dónde me
encontraba? Busqué el ladrido de mis hermanos, su olor, su lugar de juegos,…
pero no estaban. Busqué con desesperación a mi mamá, pero tampoco ella estaba
allí. Ni su olor, ni sus mimos, ni su amor. Me sentí desprotegido y
arrebatadoramente solo. Quedé paralizado.
Pávido,
vi agitarse ante mí una pelota de goma que rodó hasta estamparse con una puerta.
Miré al humano. Miré la pelota. Volví a mirar al humano. Señalándome éste el
artefacto con un dedo, volví a mirar la pelota. Tras unos segundos e invirtiendo
los papeles, el humano recogió la pelota para repetir la operación. A pesar de
mirar consecutivamente al humano y su pelota, no me moví del sitio. En cambio,
hice pis. Gritando éste y agitando las manos como un demonio enrabietado, me
encogí como un caracol para esconderme de sus infundados improperios sin hallar
una razón para su enfado. Huyendo de él, sólo conseguí esparcir el pis por toda
la casa y escuchar más gritos e improperios por su parte. El humano estaba
enfadadísimo y yo no entendía el por qué.
Realmente,
la vida que me esperaba en ese lugar iba a ser muy diferente de lo que conocía
hasta ahora. Ni hermanos, ni mamá, ni anarquía. Sólo un humano al que no
comprendía y que no me comprendía a mí. Este primer gran ciclo de cambio iba a ser el más duro de todos. Mi
juventud (tenía apenas dos meses de edad) y mi ignorancia estaban
indiscutiblemente en mi contra. Todo era nuevo, y daba miedo.
Siempre es enriquecedor ponerse o al menos imaginarse, en el lugar de otros ya sean humanos o no. Un articulo muy interesante, saludos.
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